No significa: «no». Esa es la frase que se repite a menudo cuando hablamos de violación, queriendo decir que cuando se vulnera un «no» se está generando un dolor, un trauma o cómo quieran llamarlo.
En mi consulta en más de una ocasión he atendido mujeres con síntomas de haber sido violadas, pero al preguntarles no hablan de una agresión sexual como tal. Entonces pregunto cuando comenzaron los síntomas: «miedo a que me toque», «rechazo a los hombres», «horas bajo la ducha con agua caliente», «sensación de estar sucia», etc. Y encuentro que sucedió después de un parto en un hospital, donde varias personas le hicieron tactos vaginales aunque ella no quería. A veces han tenido la fuerza para decir no, y otras veces no la han tenido.. Su cuerpo y su mente han registrado una violación, y los relatos que yo tengo son privados, pero algunos los puedes leer en la web de «El parto es nuestro» por ejemplo.
Los y las profesionales sanitarios justifican su actuación con el hecho de una necesidad de aprender de todo el personal, y para ello se sacrifica la necesidad de intimidad de la mujer que está de parto. ¿Existen otros modos para aprender? posiblemente si, sólo que suele primar el dinero a la salud mental de la mujer, a la que normalmente no se cree cuando habla de que se siente violada. No sólo se ha sentido violada, valga la redundancia, sino que además va a soportar que la mayoría de las personas con las que hable, le digan que tampoco es para tanto. A veces incluso profesionales de la salud.
De igual forma cuando un bebé dice que no quiere que le quites el pañal está protegiendo de alguna forma una parte de su cuerpo. Cuando le obligamos a cambiar el pañal, estamos tocando su zona íntima sin su consentimiento, ¿tenemos algún modo de estar seguros y seguras que no se sentirán igual que la mujer que he explicado antes. De igual forma encontraremos justificaciones para hacerlo: «se le pone el culito rojo, huele mal, etc» que no es más que primar una necesidad sobre otra. Le ponemos el pañal por nuestra comodidad, no por la suya, y además decidimos por él cuándo y cómo quitarlo, sin importar si nos dice si o nos dice no. Es higiene y es su salud, sólo que yo me pregunto: ¿La física? ¿la mental? ¿la emocional? ¿la de los padres/cuidadores que ya estan cansados de esperar o preocuparse por su piel?
Supongo que si han llegado leyendo hasta aquí estarán preguntándose si mi propuesta es dejarles con el pañal eternamente. Por supuesto que no. Mi propuesta es para los adultos y adultas, confiar en el niño-niña, que también se sentirán incomodos con el pañal mojado o algo más. Hacer preguntas de curiosidad: ¿no te molesta? ¿Estas cómodo, cómoda? ¿te apetece sentirte seco-seca? ¿Como sientes tu culito? etc.
Puede suceder que esto pase en la guardería/escuela infantil, y el niño no quiera cambiarse, con la consiguiente incomodidad, tanto para el niño-niña como para los demás (si hay olor). Hay niños que no se sienten seguros si alguien que no sea su padre o madre va a quitar su pañal. En esos caso yo no puedo descartar que se grabe que alguien ha tocado su zona íntima sin su consentimiento, y por lo tanto no recomiendo obligar. No lo recomiendo incluso para los padres, mucho menos para un cuidador/cuidadora.
Teresa García.
Psicologa clínica.