En estos días hemos trabajado Ruth y yo con el cuento «Los siete cabritillos y el lobo». Es un cuento que yo le he contado muchas veces. Pero, que hasta ahora no habíamos reflexionado sobre lo que contaba. Para quienes no lo conozcan, habla de unos papás cabritillos que se van a hacer la compra y dejan a los «niños» solos en casa. Con la recomendación de no abrir la puerta a nadie. Entonces un lobo los engaña y consigue que le abran la puerta. Así que pierden a seis hijos.
Cuando contaba este cuento a mi hija, ella siempre piensa en que los lobos son peligrosos. Hay que ver cómo los cuentos ponen a los pobres lobos a «parir». Pero sobre todo se fijaba en que los «niños» cabritillos eran comidos. La lección general que sacan los niños es que se equivocaron al dejarse engañar por el lobo.
Pero a mi me interesa que mi hija pueda ser crítica con lo que hacemos los adultos. Así que le pregunté que le parecía que los padres se fueran y dejaran a los niños solos. Me dice nada mami. Entonces le digo: ¿Y si yo me voy a la compra y te dejo sola en casa? Le cambió la cara. No mami, eso no me gustaría. Mi siguiente pregunta ¿y los padres de los cabritillos?
La conversación termina admitiendo que los padres cometen un error al dejar solos a los cabritillos. Sin embargo, ese (y otros cuentos) servirán para sonseguir que sea crítica. Y que no deje pasar los errores que vea. Ni los suyos, ni los de los adultos que estamos a su alrededor. Con los errores hay dos modos de vivir. Los sabios aprenden de ellos. Los necios se sienten culpables y tratan de ocultarlos. La sabiduría viene de los errores, y si no que se lo pregunten a Thomas Edison.
Además, me gustaría que los que leen este artículo se dieran cuenta que en muchas ocasiones (más de las que nos gustaría) no somos críticos con los castigos que hemos recibido. Justo porque nuestros padres nos decian que lo hacian por nuestro bien. Y nosotros les creíamos. Pero ahora que somos adultos ¿aún podemos creerlo?