Llegamos a casa cansadas y con sueño. Mi hija me pregunta dónde está su cartera y yo la tomo en el sillón trasero del coche y se la entrego. Ya en el salón se va a su casita de juguete diciendo que quiere comprobar algo sin que yo la vea. Respeto su decisión y espero tranquila. Al poquito sale y nos preparamos para ir a dormir. Mientras nos lavamos los dientes la escucho de nuevo: «no quiero que mires mi cartera», lo cuál parece una invitación a mirarla. Le respondo que por supuesto que no, que sólo lo haré si ella me lo pide.
En este punto me apetece hablar de la cartera y de lo que pienso así que le digo: «tengo la sensación que no quieres que mire porque crees que te quitaré algo que has colocado ahí». Responde que no aunque en su voz hay cierto tono de «así es». Hace unos días no querías que mirar en tu cartera, porque creías que te quitaría 20 euros que habías tomado de mi cartera. Yo sabía que los tenías tú, te vi cogerlos y te dije que podías guardarlo y así me ayudabas a pagar la compra. Ahora cuando te escucho me viene a la mente, no sé por qué.
– Vaaaale, tengo las monedas en mi cartera.
– Las monedas, ¿qué monedas?
– Las del juego que está en casa de abuela, el juego de la tía.
– ¿Se las pediste?
– No.
– ¿Creías que te iba a decir que las devolvieras si las veía?
– Si. ¿No lo vas a hacer?
– Hija eso solo puedes decidirlo tú. Yo siempre te voy a querer, decidas lo que decidas. ¿Te sientes bien teniendo esas monedas y sin haberlo dicho a la tía?
– No. Pero no quiero devolverlas, ¡son tan bonitas!
– Lo sé, te gustan mucho. No sé si te divertirás con ellas porque tal vez cuando las mires recordarás que no te sientes bien de traerlas sin avisar.
– No. (Con cara triste)
– ¿Y qué vas a hacer?
– No sé mami, ¿tú que me dices que haga?
– Si te digo que las devuelvas cumpliré lo que tu decías, que si me enteraba te diría que las devuelvas. Si te digo que no las devuelvas, creerás que yo pienso que no importa que las hayas traído sin avisar. Pero yo creo que sí importa y creo que tú piensas como yo porque no te gustaría que alguien se llevara tus cosas de aquí sin avisarte. Así que lo único que te voy a decir es que te quiero decidas lo que decidas.
– Mami, me da vergüenza devolverlas y decir que las tomé sin avisar. Pero quiero devolverlas.
– ¿Te gustaría que papi las llevara mañana y las coloque allí? (Mi marido va todos los días porque su trabajo es al lado)
– Si mami, ¿tú se lo dices a papi?
– Si tu quieres sí.
– ¡Vale! ¿Podemos jugar con ellas un poquito antes de dormirnos?
– Claro cariño.
Aproximadamente, esta es la conversación que tuve con mi hija de siete años. Estaba muy apenada por devolverlas y al mismo tiempo sabía que no podría disfrutar de ellas si se las quedaba. Me siento muy contenta de cómo se desarrolló y por eso lo comparto.
Teresa García.